miércoles, 23 de marzo de 2016

Tres años de Francisco


Ericka Farfán es la encargada de negocios de la Embajada del Estado Plurinacional de Bolivia ante el Vaticano. A tres años de la asunción del Papa Francisco, su reflexión es la siguiente 

Título: Tres años de Francisco, el Papa de los hechos

Epígrafe: Luego de tres años de Pontificado, el Papa que al inicio sorprendió por los "gestos" sigue enamorando al mundo con cada vez más "hechos". La misericordia de Dios en su versión pastoral, geopolítica y clerical

Texto: “Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscar casi al fin del mundo; pero aquí estamos”, fueron aquel 13 de marzo de 2013 las primeras palabras del jesuita Jorge Mario Bergoglio que, entonces con 76 años, eligió llamarse “Francisco”, dejando clara su identificación con San Francisco de Asís y dando inicio a una serie de “gestos” con los que sorprendió a todo el mundo en los primeros tiempos de su pontificado.

Desde aquel histórico saludo desde el balcón, Francisco pareció decidido a marcar las directrices que imaginaba para su papado. Y una tras otras, las fue convirtiendo de dichos a hechos.

Y en esa lista, plasmó un fuerte sentido ecuménico con apertura al resto de las Iglesias cristianas, su apuesta al diálogo interreligioso, la condena a las guerras, al “Dios dinero”,  e incluso introduciendo algunos términos que ya son moneda corriente gracias a su insistencia: las que dio en denominar “formas modernas de esclavitud”, como trata de personas, tráfico de armas y trabajo esclavo.

En 2015 Francisco pasó, para buena parte de la opinión pública, de ser aquel “hombre del fin del mundo” lleno de gestos que anunció el día de su elección a ser el jugador geopolítico de primer nivel con su rol clave en el “deshielo” entre Cuba y Estados Unidos.

Así pasó, también, de las condenas dialécticas al cambio climático a ser el primer Papa en dedicar una encíclica (Laudato Si, de junio del año pasado) al tema, que ya ha excedido las fronteras de su campo y se ha convertido en la nueva hoja de ruta para miles de actores políticos y sociales de todo el mundo, al promover una ecología integral basada en el respeto a la Tierra pero con una mirada social que incluya a sus habitantes en un modelo de desarrollo.

Uno de esos actores comprometidos con el cuidado de la “casa común”, la que en mi querida Bolivia denominamos la “pachamama” es el presidente Evo Morales Ayma, quien ha tomado el pedido de respeto al planeta como una de sus principales banderas desde su asunción.

“Esperamos que este milenio realmente sea para defender la vida y para salvar a la humanidad, y si queremos salvar a la humanidad tenemos la obligación de salvar al planeta Tierra”, ya había dicho en 2006, ante la ONU, cuando pidió que “todos los países, las fuerzas sociales, los organismos internacionales, empecemos a debatir de verdad”.

Pero volvamos a Francisco. Desde su primer viaje como pontífice en julio de 2013 a la isla italiana de Lampedusa, Francisco otorgó también una destacada centralidad a la problemática de los migrantes que por motivos económicos, políticos y religiosos llegan a Europa y a quienes continúa describiendo como víctimas de esa “globalización de la indiferencia” que se ha convertido en otro e sus grandes neologismos.

La crisis migratoria que se da en cada una de las fronteras europeas, con el lamentable clímax que alcanzó en la agenda el año pasado el tema tras la muerte del pequeño Aylan en las playas turcas, ya lo tiene como principal referente en defensa de los marginados por “la cultura del descarte”, otro de sus grandes aportes a la teoría política-social-económica de la actualidad, a las que con una precisión de cirujano no deja ni un segundo de analizar en su triple dimensión.

Para este año, muchos de los 1300 millones de católicos empiezan a preguntarse cómo influye, o influirá, el primer Papado no europeo en sus vidas: Su primera respuesta no tardará en llegar, si la exhortación apostólica que prepara sobre la familia sigue ese maravilloso recorrido que mostrará "la belleza de caminar juntos" a los millones de fieles de los cinco continentes reuniendo las conclusiones de los Sínodos de Obispos extraordinarios y ordinarios de 2014 y 2015.

Pero, presa de su propio éxito, a Francisco se le piden cada vez más intervenciones en la geopolítica mundial. Y él cumple: Recordemos, sus no menos importantes roles en el “deshielo” entre Cuba y Estados Unidos y su intervención activa en el proceso de paz en Colombia.

A este Francisco que también sigue de cerca el conflicto entre Ucrania y Rusia, y que sigue al tanto de los procesos en los cinco continentes, hay otro país clave que le interesa: China, luego de ser el primer Papa en sobrevalora su espacio aéreo y al que apuesta a poder pisar su suelo, según él mismo ha dicho.

En un futuro más próximo, "el Papa del diálogo interreligioso" rezará el 29 de julio en Auchwitz, y en octubre hará una histórica visita a Lund, Suecia, para participar en una ceremonia para recordar los 500 años de la reforma protestante, en otro hecho concreto en favor del ecumenismo. Es la “cultura del encuentro” que se ha hecho pilar de su Papado.

Esa misma "cultura del encuentro" que ha hecho otra marca registrada de su Pontificado y a la que ha añadido una de las fórmulas mágicas que, lamentablemente, la humanidad parecía haber olvidado: "construyamos puentes, no muros". Y esa fórmula también pide aplicarla al diálogo, como cuando con ese tranquilo coraje pidió que se abra el diálogo entre Chile y mi país por la salida al mar para Bolivia.

Y también se convirtió, con su visita a Kirill en febrero, en el Primer Papa en reunirse con el Patriarca ortodoxo ruso en el primer acercamiento a uno y otro lado de los Urales desde el Cisma de Oriente de 1054.

Esta semana el secretario general de la Conferencia Episcopal de Argentina Carlos Malfa hizo referencia a la "irreversibilidad" que pueda lograr el Pontífice para muchos cambios positivos en la Iglesia Católica y el legado que aspira a dejar. En medio del Año Santo de la Misericordia, Francisco no cesa ni un minuto de acercarnos a millones de católicos el amor de Dios, pero no descuida ni un segundo esa concepción integral con la que, así como mira la ecología, demuestra estar cambiando el mundo.


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