lunes, 22 de diciembre de 2014

Cuco Nuevo


Qué lo tiró con la política europea. Los turcos venían siendo buenos durante todo el año pasado, e incluso antes. Pero ahora parece que son malos. No se ajustan a los "valores" de la UE. Con lo bien que se venían portando...

Reproducimos dos notas del diario español El País. La primera cuenta que los turcos de golpe se pusieron feos, fundamentalistas, fanáticos, etcétera. La segunda explica por qué.


Título: Erdogan ahonda su deriva autoritaria y aleja Turquía de los valores de la UE

Subtítulo: El presidente intensifica la reislamización social y amenaza con recortar libertades civiles

Texto: “Lo peor es el miedo. Todo el mundo tiene miedo en Turquía”, se lamentaba hace poco en una entrevista el premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk. “La libertad de expresión ha caído a su nivel más bajo”, denunciaba el autor de El museo de la inocencia, para describir el clima de amenaza a las libertades civiles que reina en su país en medio del acoso a la oposición y a los medios de comunicación críticos, plasmado en redadas policiales y órdenes judiciales de detención. Ante las quejas de la Unión Europea por la deriva autoritaria del Gobierno del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco), el presidente Recep Tayyip Erdogan ha replicado con un portazo: “Lo mismo nos da que nos acepten o no. No nos preocupa lo que piensen en la UE. Que se ocupen de sus propios asuntos. No tienen ningún derecho a darnos lecciones de democracia”.

Para una nación que lleva más de 50 años llamando a las puertas de Europa, las palabras de Erdogan representan toda una declaración de guerra a los principios y valores de la UE, a los que Turquía espera adherirse como país candidato. Tras dos victorias electorales consecutivas, en las municipales de marzo (46% de los sufragios) y en las presidenciales de agosto (51,7%), el escenario político no puede ser más desalentador para la oposición laica y para los movimientos islamistas disidentes del AKP. “El clima de confrontación y polarización prevalece en Turquía”, sostiene el informe entregado a un grupo de periodistas europeos invitado la semana pasada por la Delegación de la Comisión Europea en Ankara.

La oleada de protestas populares de mayo y junio de 2013 contra la demolición del parque de Gezi en el centro de Estambul se extendió por todo el país. Marcó el inicio de un estallido de indignación contra los recortes de las libertades y la intromisión del poder en el estilo de vida de los ciudadanos. La represión de las manifestaciones con gases lacrimógenos y brutalidad policial se cobró al menos cinco muertos y miles de heridos. Desde entonces el partido de Erdogan ha roto no sólo con los sectores laicos que apoyaron sus reformas sociales en sus primeros mandatos, sino también con sus aliados islamistas del movimiento de Fetulá Gülen, que denunciaron la involución de la política del Gobierno.

Erdogan parece hoy refractario a toda crítica. Venga de Bruselas, de la prensa o de la oposición turca. Instalado en su flamante Palacio Blanco (AK, en turco, como las siglas de su partido) de 1.150 habitaciones que ha costado unos 500 millones de euros, el presidente de la República se dispone a partir de 2015 a ponerse al frente cada semana de las reuniones del Consejo de Ministros, en contra de la práctica habitual de sus predecesores en el cargo, que adoptaron un papel moderador y protocolario en el ejercicio de sus funciones.

El Parlamento de Ankara, donde el AKP cuenta con mayoría absoluta, ya está tramitando un proyecto de Ley de Seguridad que permitirá que los ciudadanos puedan ser retenidos por la policía durante 48 horas sin autorización de la fiscalía, y utilizar armas de fuego para repeler “manifestaciones violentas”. La organización Human Rights Watch se ha apresurado alertar contra las restricciones a los derechos humanos y sobre el riesgo del “uso letal de la fuerza” que implica la nueva normativa, que parece diseñada para impedir que se reproduzcan protestas masivas como las del parque de Gezi.

“Paradójicamente, después de años de constante caída, el apoyo de los ciudadanos turcos a la integración en la Unión Europea se ha incrementado este año desde un 45% al 54%”, subraya Atilla Eralp, director del Centro de Estudios Europeos de la Universidad Técnica de Oriente Medio de Ankara que elabora el estudio. “Este cambio de tendencia es interpretado como una reacción de los ciudadanos ante el recorte de las libertades, que vuelven a ver en la UE una garantía para la salvaguarda de sus derechos”, subraya el profesor Eralp.

Los trabajos para la redacción de una nueva Constitución “civil” quedaron formalmente suspendidos el pasado mes de enero. El AKP pretende lograr una arrolladora victoria en las elecciones legislativas previstas el próximo mes de junio para consolidar una mayoría parlamentaria de dos tercios de los escaños (367 de un total de 550), lo que permite aprobar cambios constitucionales sin contar con la oposición. O sumar al menos 330 escaños, que autorizaría a someter a referéndum el nuevo texto constitucional. El objetivo es claro: la instauración de un modelo presidencialista para que Erdogan recobre también formalmente el poder ejecutivo tras su elección como jefe de Estado.

El presidente turco y su partido se han mostrado especialmente activos en el control de los movimientos de sus antiguos aliados del movimiento de Gülen. La justicia turca ha pedido su extradición a EE UU, donde se halla autoexiliado desde hace 15 años. La policía también ha detenido a tres decenas de periodistas y a dos jefes policiales relacionados con el líder de Hizmet. Entre ellos figuran el director del diario Zaman, Ekrem Dumanli, que se encuentra ya en libertad, y el presidente del canal de televisión Samanyolu, Hidayet Karaca, que ha sido acusado de “conspiración terrorista”.

En un giro más simbólico que efectivo, el Gobierno turco pretende reintroducir también la enseñanza del otomano, es decir, el turco antiguo escrito en caracteres árabes. Su estudio será obligatorio en los Imam Hatip (liceos coránicos), donde se forman los futuros clérigos junto a cientos de miles de estudiantes. En el resto de los centros públicos se tratará como una asignatura optativa, pero el gesto de Erdogan y su partido representa un intento de revisión histórica de las reformas laicas de Mustafá Kemal, Atatürk, fundador de la República tras el hundimiento del Imperio Otomano. La introducción del alfabeto latino en 1928 supuso un cambio radical en el proceso de modernización de Turquía y de aproximación a Europa.

“El pueblo turco está empezando a perder la esperanza”, asegura el exdiplomático Murat Özcelik, vicepresidente del Partido Republicano del Pueblo (CHP) para Relaciones Exteriores. Özcelik alega que el CHP (antiguo partido único en la era de Atatürk) se ha modernizado y acepta ahora un proceso de autonomía para la minoría kurda como el emprendido por Erdogan. Pero también arremete contra la “deriva islamizadora” de la sociedad laica emprendida por el AKP, que, según dice, “se parece cada día más a los Hermanos Musulmanes egipcios”. El CHP alcanzó el 26% de los escaños en las legislativas de 2011, frente al 50% del AKP. Durante los 12 años en el poder del partido de Erdogan, el crecimiento medio anual del PIB ha sido del 5,1%.


Subnota: Caza de brujas contra el ‘Opus Dei islámico’

Una campaña viral de sus seguidores le llevó a ser elegido el intelectual vivo más influyente del mundo en una votación organizada en Internet por la revista Foreign Policy en 2008. El influyente clérigo musulmán Fetulá Gülen reside en un campus de su cofradía religiosa, Hizmet (Servicio, en turco), en Pensilvania desde 1999. Se exilió a EE UU al ser procesado en Turquía acusado de “atentar contra el Estado laico”. No ha regresado a su país a pesar de ser absuelto por el Supremo turco. Ahora está pendiente de recibir a través de Interpol la orden de detención cursada el pasado viernes por un tribunal de Estambul por “encabezar una organización criminal”.

Hijo de un imán, Gülen, nació en 1941 en la provincia de Erzurum (este de Anatolia) y comenzó a predicar antes de los 20 años. Está considerado como un erudito islámico de la corriente sufí y se ha mostrado favorable al diálogo ecuménico en sus visitas al Papa en el Vaticano y a altos rabinos en Israel. Decenas de miles de seguidores en todo el mundo le siguen con un fervor casi sectario, pero su poder se concentra en universidades, colegios privados y medios de comunicación controlados por su organización.

Mientras se tramita su extradición, el presidente turco, su antiguo aliado Recep Tayyip Erdogan, no ha dudado en calificarlo de “líder de una estructura paralela del mal”. Su influencia, con destacados adeptos infiltrados en el aparato del Estado turco y en la economía, ha llevado a parangonar su figura en el mundo islámico con la del fundador del Opus Dei, el español Josemaría Escriva de Balaguer, en la iglesia católica.

Su alianza con Erdogan entre 2002 y 2013 desmanteló las estructuras autoritarias implantadas por los militares tras el golpe de Estado de 1980. Pero el intento de los gülenistas de derribar al gubernamental Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) al airear su corrupción se estrelló hace un año con la firmeza política de Erdogan, que ha desatado una caza de brujas contra los partidarios de Gülen tras revalidar su hegemonía en las urnas.


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Título: Putin afianza a Ankara como actor clave en la pugna del gas

Subtítulo: La anulación del canal South Stream favorece la vía anatólica

Texto: Tal vez sea un regalo envenenado, pero es un regalo. El anuncio del presidente Vladímir Putin de que suspende el proyecto de gasoducto South Stream —concebido con el propósito de conectar directamente bajo el mar Negro a Rusia con la UE a través de Bulgaria— para en su lugar ofrecer a Turquía la oportunidad de convertirse en la principal vía de paso de sus exportaciones de gas hacia el sur de Europa, alteró a principios de mes los mapas continentales de la energía.

La sorpresiva decisión adoptada por el Kremlin tras la escalada de sanciones impuestas por Bruselas por el conflicto de Ucrania mantiene con cara de póquer a los altos cargos y expertos consultados en Ankara.

“Turquía es la ruta más razonable para llevar el gas ruso hacia el sur de Europa”, admitió el ministro de Energía turco, Taner Yildiz, la semana pasada ante una delegación de periodistas europeos. Su Gobierno, sin embargo, quiere reducir la dependencia de las importaciones de gas combustible —que ahora origina la mitad de la energía eléctrica del país y cuyo consumo se quiere limitar al 30% en 2023—, para favorecer las fuentes renovables y autóctonas, y también para poder sacar partido de las nuevas centrales nucleares turcas, de fabricación rusa.

La alternativa más clara al fallido South Stream es el proyecto Corredor del Sur o Trans Anatolia (Tanap), que ya está diseñado en Turquía y que discurre a lo largo de 1.850 kilómetros desde la frontera de Grecia hasta la de Georgia, donde enlazará con el futuro gasoducto de sur del Cáucaso, procedente de los yacimientos gasísticos Shah Deniz 2 del mar Caspio, situados al sur de Bakú. “Vamos a iniciar las obras en 2015, y esperamos que el gas de Azerbaiyán fluya hasta Turquía en 2018”, precisa Saltuk Duzyol, director general de Tanap, participada por las compañías estatales azerbaiyana —Socar (58%)— y turca —Botas (30%)— y por British Petroleum (12%).

 “Tanap formaba parte inicialmente del proyecto Nabucco, que fracasó por no tener garantizada las fuentes de suministro”, explica Duzyol en la sede de la compañía en Ankara. Los responsables del Corredor Sur de Anatolia no descartan ahora una prolongación del gasoducto a través de los Balcanes del ramal Nabucco Oeste hasta Austria, pero en los mapas que se manejan en Tanap la opción favorita de conexión europea es el llamado proyecto Trans Adriático para enlazar con Brindisi, en el sur de Italia, tras recorrer Grecia y Albania, y en el que participa con un 16% la compañía española Enagas.

Expertos turcos en el sector de la energía temen ahora que la oferta de Putin para aprovechar la conexión directa bajo el mar Negro de la red de gas rusa con la turca pueda perjudicar el desarrollo del proyecto Tanap suscrito con Azerbaiyán y de su ampliación hasta el territorio de la Unión Europea. También alertan del riesgo de una excesiva concentración de la energía procedente de Rusia, que suministra al país más de la mitad de sus importaciones de gas natural.

La congelación de las negociaciones de adhesión a la UE ha generado un vacío geopolítico en Turquía que ha sido ocupado por el Kremlin, como se ha visto ahora tras la cancelación del proyecto South Stream”, sostiene el profesor de sistemas de energía Volkan Ediger, de la Universidad Kadir Has de la capital turca. Ediger, que fue asesor para asuntos de energía del presidente de la República de Turquía entre 1998 y 2010, advierte de que Moscú no busca sólo cooperación en un sector económico, sino “una relación transversal” con Ankara.

Rusia le ha regalado a Turquía una potente herramienta de negociación con la UE al ofrecerle que se convierta en el gran centro de distribución de energía para el sur de Europa”, reconoce un representante de la Delegación de la Comisión Europea en Ankara. “Pero puede convertirse en un regalo envenenado al incrementarse la dependencia del gas ruso”.


Subnota: El atasco energético

* Un tercio del gas que consume Europa procede de Rusia y el 55% de éste pasa por Ucrania, por los gasoductos Yamal, Brotherhood y Soyuz.

* Rusia anuló el proyecto del Corriente del Sur (South Stream) el 1 de diciembre. Su presupuesto era de 16.000 millones de euros. La capacidad era de 63.000 millones de metros cúbicos anuales.

* La alternativa más clara es el proyecto Corredor del Sur o Trans Anatolia (Tanap), con una capacidad de 16.000 millones de metros cúbicos anuales. Discurre a lo largo de 1.850 kilómetros desde Grecia hasta Georgia. Podría ampliarse hasta Italia (canal Tap) o Austria (ramal Nabucco).

* No hay opciones al gas ruso. La producción noruega es insuficiente. España e Italia ofrecen como alternativa el suministro de gas de Argelia, pero no hay interconexiones. 

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