jueves, 2 de mayo de 2013

Neoliberalismo o trabajo


Dos textos recientes relativos a las posiciones de la Iglesia Católica en torno a la situación económica constituyen motivos de interesantes reflexiones, tanto para los creyentes como para los que no lo somos. Nos confirma, adicionalmente, hacia dónde va rumbeando Francisco.

En primer lugar, reproducimos parte de un artículo de opinión a cargo de Vincenç Navarro, en el diario Público.es (http://blogs.publico.es/dominiopublico/6892/la-insensibilidad-moral-de-la-iglesia-catolica/), bajo el título “La insensibilidad moral de la Iglesia Católica”. Acá va:


“No existe plena conciencia en España del enorme conservadurismo de las máximas autoridades eclesiásticas de la Iglesia Católica en nuestro país, resultado de su histórica alianza con las fuerzas ultraconservadoras que han dominado al Estado español en los últimos setenta y cinco años. Y quisiera aclarar que cuando hablo de la  jerarquía española, incluyo también a  la catalana y a la vasca que, aún siendo más sensibles hacia el carácter plurinacional del Estado español, continúan siendo insensibles hacia el bienestar social de las clases populares, limitando su acción a la labor asistencial de carácter caritativo, la cual, sin desmerecer su valor para sectores muy vulnerables de la población, no afecta al bienestar general de la mayoría de la población, seriamente afectada por las políticas públicas de austeridad del gasto público del Estado español (tanto el central como las CCAA). Los recortes de gasto público social  que caracterizan a estas políticas públicas de austeridad contribuyen  en gran medida al deterioro de la calidad de vida de la población. La falta de crítica de la Iglesia Católica hacia estas políticas públicas promovidas ahora por los gobiernos conservadores que están debilitando enormemente las transferencias (como las pensiones) y los servicios públicos (como sanidad, educación y servicios sociales del Estado del Bienestar) es sorprendente en una institución –como la Iglesia Católica- que se presenta como promotora de la moral individual y colectiva de una sociedad. El énfasis en la caridad, en ausencia de una preocupación por la justicia y la equidad, suena a una incoherencia próxima al escapismo y cercana al oportunismo.


Su aparente preocupación por los síntomas –la pobreza-  con deliberado olvido de sus causas –la injusticia y explotación social- es una muestra de una moral oportunista, afín a las estructuras de poder responsables de la pobreza. Hoy el deterioro del bienestar de la población se está generando mediante unas intervenciones públicas que sistemáticamente apoyan a unos sectores y clases sociales a costa de otros. La evidencia de ello es abrumadora.


De ahí que, comparando el silencio ensordecedor de las autoridades eclesiásticas frente a estas políticas públicas con la protesta activa y contundente frente a las políticas que facilitan el aborto y permiten la homosexualidad, parezca lógico concluir que la jerarquía eclesiástica tiene una gran preocupación (que alcanza niveles casi de obsesión) por los derechos de los que no han nacido todavía (en su lucha, por ejemplo, contra el aborto) y en cambio muestra una desatención hacia los derechos de los que ya han nacido.”


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En segundo lugar, reproducimos un artículo aparecido hoy en el Vatican Insider (http://vaticaninsider.lastampa.it/es/vaticano/dettagliospain/articolo/udienza-audiencia-audience-papa-el-papa-pope-24466/), bajo el título «La dignidad no nos la da el poder, el dinero, la cultura. ¡Nos la da el trabajo!» Acá va:


La dignidad y la importancia del trabajo fueron el alma de la reflexión del Papa Francisco durante la Audiencia del primero de mayo, día que para la Iglesia es la fiesta de San José trabajador. El Papa pidió un «nuevo impulso para el empleo» y denunció «una concepción economicista de la sociedad, que busca el provecho egoísta, fuera de los parámetros de la justicia social». En particular, el Pontífice hizo un fuerte llamado en contra del trabajo que esclaviza. Después recordó el segundo aniversario de la Beatificación de Juan Pablo II.
Jesús aprende el oficio de carpintero de San José y aprende «el compromiso, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de todos los días». «Esto –indicó el Papa Francisco– subraya la dignidad y la importancia del trabajo». 


El trabajo, indicó, forma parte del plan de amor de Dios: «el trabajo, usando una imagen, nos “unge” de dignidad, nos llena de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que trabajó y trabaja, actúa siempre; da la capacidad para mantenerse a sí mismos, a la propia familia, para contribuir al crecimiento de la propia nación». Las dificultades que el mundo del trabajo enfrenta hoy en diferentes países se debe a egoísmos e injusticias: «Pienso en todos aquellos, no solo los jóvenes, que están desempleados, muchas veces a causa de una concepción economicista de la sociedad que busca el provecho egoísta, más allá de los parámetros de la justicia social». 


«Deseo dirigir a todos la invitación a la solidaridad», y, dirigiéndose a los responsables de las sociedades, invitó a hacer «cualquier esfuerzo para dar un nuevo impulso al empleo; esto significa preocuparse por la dignidad de la persona». 


Hasta la próxima.



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